domingo, 6 de mayo de 2012

La frase siniestra


A continuación, una reflexión sobre la publicidad de Ser, en la cual se advierte a una joven con un megáfono impartiendo consejos a las personas con las cuales se topa en la esfera pública.


Esta publicidad se inscribe en un universo capitalista globalizado, en el cual se han instalado determinadas concepciones sobre lo que hace bien al cuerpo y a la salud, siempre de acuerdo con los propósitos que persiguen las grandes empresas. Tienen como fin aparente ayudar al ser humano a hacer más placentera su vida dándole posibilidades de elección, cuando en realidad el fin verdadero que subyace es el de proporcionarle las ideas que debe pensar, coartar su libertad de pensamiento y de acción.
En la publicidad observamos una paradoja desde la primera imagen que se nos muestra, la chica que habla por el megáfono: si bien Ser pretende poseer como paradigma la libertad de elección para sentirse bien con uno mismo, la protagonista refleja el estereotipo actual de belleza femenina (rubia, delgada, ojos claros), convirtiéndose en un espejo siniestro en el cual el consumidor debería reflejarse o intentar alcanzar; desde este cuerpo se plantea la búsqueda, dirigir implícitamente la idea de cuerpo sano hacia este ideal del cuerpo. Se advierte una insistencia por recuperar la salud del cuerpo sometiéndonos, mediante las imágenes, a una sociedad alienada en base al consumo, en contraposición a la idea que involucraría un cuerpo menos sometido a ser máquina, y más tendiente a congregarse con la naturaleza. El megáfono podría pensarse como metáfora de una empresa o de voces que se imponen a otras ejerciendo coerción, induciendo a los demás a actuar de determinada manera. Darse los gustos, en función del cuerpo, quiere decir aquí consumir el producto, ocultando deliberadamente la alienación del cuerpo. Disciplinamiento del cuerpo.
El final, con la chica tomando la bebida en un espacio verde, natural, con los rayos del sol reflejándose sobre ella contrasta rotundamente, en tanto cuerpo distendido que aprovecha ese espacio, con los otros escenarios propuestos (subte, urbe) donde los cuerpos se ven sometidos a una alienación extrema, de manera que las exigencias por mantener un cuerpo sano pero reflejado en los estereotipos socio-culturales son las determinaciones que mandan. ‘Pasemos del dicho al hecho’ es la frase más desafortunada de la publicidad, y, curiosamente, funciona también como el lema del producto. Detrás de esa intención de motivarnos a actuar por voluntad propia está la idea de hacernos pensar menos, no razonar y meramente consumir, tener decisión firme a la hora de adquirir su producto. El hecho es lo que nos separa de nuestro cuerpo, lo que actualiza al cuerpo como máquina que nos transporta, como seres alienados, hacia el trabajo, hacia la búsqueda de productos para satisfacer una carencia. La libertad que nos propone el hecho, es una libertad en función del mundo laboral y mercantil, no es la libertad del cuerpo.